Francisco Arias formó parte de la Escuela de Madrid, aunque se alejó de las premisas y lenguajes seguidos por otros compañeros. Se relacionó con Benjamín Palencia y otros pintores de la segunda Escuela de Vallecas, con la que resurge el paisaje en la práctica artística, aunque tratado con una nueva mirada cercana al posimpresionismo y especialmente al fauvismo. La manera en la que Arias entiende el paisaje, muy diferente a como lo hacen sus colegas de la Escuela de Madrid, contiene un cierto expresionismo poético que se ha definido como neofigurativismo. Arias se mostraba más preocupado por la materia, la textura y el color, por lo que el tema quedaba relegado.
En Paisaje, de en torno a 1966, el pueblo de la meseta apenas se percibe por la inmensidad de campo castellano, el campo árido y austero que Arias percibe y que carece de retórica fauvista. El paisaje no queda definido, sino sugerido. El hecho de que el pintor otorgue el protagonismo a la materia, y no al tema, es lo que le distancia de lo que hacían sus compañeros de la Escuela de Madrid, y es también lo que ha hecho que le definan como un pintor "enigmático" y difícil de clasificar, uno de los pintores más personales de la Escuela de Madrid.
