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Según el libro El español, lengua de comunicación científica, editado por Fundación Telefónica/Ariel y coordinado por José Luis García Delgado, José Antonio Alonso y Juan Carlos Jiménez.

La capacidad de la comunidad hispanohablante a escala internacional, muy bien situada en el caso de la producción cultural –cine, música, literatura y videoindustria– y de las humanidades, es muy inferior con respecto al papel del español como lengua científica.

La mayor parte de la producción científica y de innovación tecnológica a escala internacional se produce en idiomas distintos al español. En el caso de las ciencias de la naturaleza, en las disciplinas técnicas y en los usos tecnológicos de amplio consumo, que generan nuevo léxico de forma extraordinaria, no se traduce a términos de uso propio del español.

Se cristalizan expresiones en nuestro idioma frente a las que no cabe resistencia, según los expertos, por el ritmo cada vez más acelerado de cambio y su generalizado y masivo uso común.

Los países hispanohablantes deben otorgar una prioridad que, hasta ahora, apenas ha tenido la lengua española en los ámbitos del apoyo público a la investigación; y deben alentar estos espacios de encuentro iberoamericano.

 

Madrid, 5 de marzo de 2014.-Según el libro El español, lengua de comunicación científica, editado por Fundación Telefónica/Ariel y coordinado por José Luis García Delgado, José Antonio Alonso y Juan Carlos Jiménez, la lengua española no goza de buena salud en el ámbito de la comunicación científica, a diferencia de su gran difusión en el ámbito de las humanidades o el ocio y la cultura. Se trata de la decimosegunda entrega del proyecto “El Valor Económico del Español” de Fundación Telefónica, que en esta ocasión está dedicada al análisis del español como lengua científica.

En el caso de las ciencias de la naturaleza, en las disciplinas técnicas y en los usos tecnológicos de amplio consumo, que generan nuevo léxico de forma extraordinaria, esta aceptación automática de términos foráneos por el hablante no se traduce después a palabras de uso propio del español. Se cristalizan expresiones en nuestro idioma frente a las que no cabe resistencia, según los expertos, por el ritmo cada vez más acelerado de cambio y su generalizado y masivo uso común. Así «tuiteamos», «cliqueamos» en la pantalla del ordenador y «reseteamos» nuestro portátil o smartphone, vocablos que aún no ha admitido la RAE, pero aceptadas por los hispanohablantes.

El libro recoge tres estudios referidos al papel del español en cada uno de los grandes campos del saber. Primero, explorando en el dilatado territorio de las ciencias sociales; segundo, en el ámbito de las ciencias de la naturaleza, las ciencias biomédicas y las disciplinas técnicas, y, en tercer lugar, en las humanidades. La segunda parte ofrece dos aportaciones complementarias: un estudio bibliométrico de la publicación científica en español en cada una de las grandes áreas de conocimiento y que arroja un balance bastante negativo: el papel del español es marginal en el ámbito de la producción científica; luego, estudiando el papel que el español ha tenido en la atracción de universidades internacionales.

Por último, la tercera parte recoge una síntesis de las opiniones ofrecidas por quince expertos: Emilio Lamo de Espinosa, Fernando Vallespín, Cristóbal Torres Albero, Josefina Gómez Mendoza, Joaquín Arango, Alfonso Pérez-Agote, Antonio Campos, Rodolfo Gutiérrez, Aurelia Modrego, Daniel Martín Mayorga, Julia García Agustín, Mariano Fernández Enguita, Javier García Cañete, Elena Primo y Aránzazu Narbona.

Han asistido esta mañana a la presentación del libro en el Espacio Fundación Telefónica el catedrático de Economía Aplicada en la Universidad Complutense y director de «El Valor Económico del Español» de Fundación Telefónica, José Luis García Delgado; el también catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Complutense, José Antonio Alonso; y el director de ABC Cultural, Fernando Rodríguez Lafuente.

 

El español, más utilizado en la investigación de las humanidades que en la ciencia

Con la salvedad de algunas aportaciones singulares, la mayor parte de la producción científica y de innovación tecnológica a escala internacional se produce en idiomas distintos al español. En el caso estricto de las ciencias de la naturaleza y las disciplinas técnicas, el uso del inglés se ha generalizado, sin apelación posible, como lengua de comunicación científica: una batalla que no solo se puede ganar, sino que ni siquiera se libra. Lo mejor que cabe hacerse, según los autores del estudio, es animar a los investigadores españoles a que traten de utilizar el inglés en la presentación de sus resultados investigadores.

La capacidad de la comunidad hispanohablante a escala internacional está en cambio muy bien situada en el caso de la producción cultural –cine, música, literatura y videoindustria– para los autores del libro y es muy inferior con respecto al papel del español como lengua científica. Además, el español ocupa posiciones aceptables en la presentación y difusión de la investigación en el campo de las humanidades porque la comunidad hispanista está ya en su origen internacionalizada y usa el español como lengua habitual de comunicación.

 

Posibilidades de un impulso mayor a nuestra lengua común en el ámbito científico

Conviene, sin embargo, señalar que en el ámbito de la ciencia, el español no es equivalente al finés: el español lo hablan como primera y segunda lengua algo más de 450 millones de personas en el mundo. Su carácter de lengua internacional  permite que existan algunos canales de comunicación científica que usan el español como lengua de comunicación propia, como es el caso de las academias científicas españolas y hispanoamericanas, que generan –y deben potenciar– las plataformas comunes de difusión de sus producciones: proyectos de investigación conjuntos, revistas científicas compartidas, congresos propios, etc.–. Para ello, los países hispanohablantes deben otorgar una prioridad que, hasta ahora, apenas ha tenido la lengua española en los ámbitos del apoyo público a la investigación; y deben alentar estos espacios de encuentro iberoamericano.

La lengua española, bien  situada en el ámbito del ocio y las humanidades, no goza de buena salud en el científico
La lengua española, bien situada en el ámbito del ocio y las humanidades, no goza de buena salud en el científico