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Ellis Rubinstein, presidente ejecutivo de la Academia de las Ciencias de Nueva York, ha impartido la conferencia "La competición mundial de las ciudades por crear ecosistemas innovadores"en Fundación Telefónica

La prosperidad de la nación va a depender cada vez más de las ciudades competitivas en innovación, que servirán de acicate a los líderes mundiales para crear otras ciudades del conocimiento en sus respectivas regiones
La ciudad del conocimiento ha de contar con científicos, expertos, jóvenes con mucho talento y distinguidas instituciones de educación superior e investigación, en un espacio donde interactúen empresarios y academia
Además debe disponer de prestaciones culturales que inviten a instituciones financieras, filántropos, capitalistas de riesgo y empresarios con éxito a quedarse en ella y a montar sus propias empresas, creando un ecosistema innovador
En opinión de Ellis, «muchos alcaldes creen que resuelven los problemas de sus ciudades construyendo edificios, pero olvidan que ese esfuerzo será en vano si los estudiantes no saben trasladar sus conocimientos y proyectos al ámbito comercial»
Las instituciones deben colaborar para que se produzca la interconexión entre la ciencia, la industria y el mundo académico en verdaderas mecas para los ciudadanos
La conferencia pudo seguirse por Internet en nuestra página web y a través de Twitter en @fundacionTelf
Madrid, 21 de mayo de 2010.- Madrid deberá atraer y retener el talento si quiere ser una ciudad del conocimiento, según Ellis Rubinstein, presidente ejecutivo de la Academia de las Ciencias de Nueva York, quien ha impartido la conferencia «La competición mundial de las ciudades por crear ecosistemas innovadores» en Fundación Telefónica.
El vicepresidente ejecutivo de Fundación Telefónica, Javier Nadal, que ha presentado a Ellis Rubinstein, ha destacado la importancia que los espacios públicos tienen en la génesis de la innovación y el conocimiento y el hecho de que aquélla «puede ser un aspecto de competencia entre ciudades para el liderazgo».
Rubinstein, para quien «el siglo XXI vive una situación similar a las del primer periodo del Renacimiento italiano», se ha referido al hecho de que por primera vez en la historia humana hay más gentes en las áreas urbanas, donde hay más infraestructuras y se ha creado un espacio donde interactúen empresarios y academia. En ese sentido, las instituciones deben colaborar para que se produzca la interconexión entre la ciencia, la industria y el mundo académico en verdaderas mecas para los ciudadanos.
Según Rubinstein, el mundo del siglo XXI debe realizar un esfuerzo para construir alianzas que puedan transformar en líderes ciudades y regiones en desventaja, potenciando el conjunto antes que a la mera suma de las partes. En nuestra sociedad postindustrial, solamente aquellas sociedades y ciudades que formen ecosistemas de conocimiento fuertes pueden asegurar un desarrollo sostenible para lograr tanto un beneficio económico como un bien social y, de paso, ser líderes del siglo XXI.
El ecosistema de conocimiento para Rubinstein es ese lugar que ha traspasado las barreras tradicionales de la innovación y la comercialización de ideas mediante la evolución de redes de conocimiento y la asociación de diferentes comunidades académicas, industriales y estatales, y personalidades importantes de las esferas de las ciencias y las finanzas. Se trata de ciudades que cuentan con científicos, expertos, jóvenes con mucho talento y distinguidas instituciones de educación superior e investigación, además de prestaciones culturales que invitan a instituciones financieras, filántropos, capitalistas de riesgo y empresarios con éxito a quedarse y a montar sus propias empresas. El modelo a escala mundial que lo refleja es Silicon Valley.

Los retos de las ciudades del conocimiento y los ecosistemas de innovación

La prosperidad de la nación va a depender cada vez más de las ciudades, en especial de las áreas urbanas más grandes, en cuyo listado Madrid ocupa la posición 59 con cuatro millones setenta y dos mil habitantes, seguida de San Francisco, que cuenta con cuatro millones cincuenta y un mil almas. En los tres primeros puestos por número de habitantes se encuentran Tokio, México y Bombay.
Ellis ha destacado los conocidos mapas globales de Tom Friedman, columnista de The New York Times, quien concibe el planeta como un mundo plano –en el que algo ocurre en un lugar y, por muy lejano que esté, puede afectar a otro – y la de Richard Florida, para el que el mundo es puntiagudo –un spiky world –, a partir de la observación de las áreas urbanas más grandes según la cantidad de luz que se puede medir vía satélite. En cambio, el mapa de la innovación mundial no tiene tantos lugares –Europa está casi vacía– y en el mapa de los científicos estrella desaparece Asia y sólo hay unos pocos puntos en Europa y el Norte de Estados Unidos.

Alianzas entre gobiernos, empresas y universidades: la gran asignatura pendiente

Las ciudades deben crear las condiciones necesarias para convertirse en lugares del conocimiento: potenciar a la gente joven, generar un sector financiero y unas instituciones robustas, impulsar corporaciones dinámicas locales y líderes corporativos y crear un ambiente de comunidad cultural. Para Rubinstein, las grandes ciudades pierden en esta carrera del liderazgo por la fuga de cerebros, los compartimentos estancos, el débil perfil global de las ciudades, los difíciles enlaces entre la academia y la industria, las rivalidades entre instituciones dentro de una misma ciudad, debilidad de las relaciones interculturales, etc.
Las claves para tener éxito en la consecución de una ecología innovadora revelan qué le hace falta a Madrid para lograr ser un centro principal de innovación a escala global. Silicon Valley o Boston, ciudades del conocimiento, cuentan, por ejemplo, con capital proveniente de la filantropía privada y han creado alianzas con las universidades de Harvard, el MIT (Massachusetts Institute of Technology), el Whitehead Institute for Biomedical Research, el Beth Israel Deaconess, etc. «En Nueva York, por ejemplo, la biología estructural necesitaba de unos equipos y de una alianza para crear la investigación que necesitaban y las consiguió; lo mismo ocurrió con el California Institute for Quantitative Biological Research, que creó alianzas con las universidades de Berkeley, San Francisco y Santa Cruz».
El caso neoyorquino es especialmente significativo: IBM decidió que su futuro iba a basarse en la nanotecnología y se dirigió al gobernador del Estado para pedirle mil millones de dólares «y creó un centro tan excelente que atrajo a más socios hasta duplicar su capacidad». Incluso se dan casos de estados que no tenían perfil académico alguno, como Arizona, y que han pasado a ser centros de genética de referencia internacional, con grandes científicos trabajando en laboratorio y la comunicación adecuada para llevar sus conclusiones de un centro a otro a través de alianzas con universidades, centros para el tratamiento de cáncer, etc. En ese proceso, recibieron fondos de todo tipo de empresas e instituciones.
El caso de Londres también es significativo para Rubinstein, pues allí se ha creado un ecosistema de alianzas entre Pfizer, General Electrics y las universidades; esta oportunidad interesó al mundo de la política: «el Primer Ministro, Tony Blair, llegó a afirmar que había que competir con Boston y Nueva York». También en Escocia las universidades de Aberdeen y de Glasgow han establecido alianzas con el mundo empresarial.
Singapur ha creado una biópolis para reunir a grandes talentos –especialmente científicos– y empresas destacadas, duplicando también su tamaño y convirtiéndose en un centro de tecnología, atrayendo al país a la gente más importante, con más talento. En opinión de Ellis, esto ha supuesto un gran desafío para los líderes de todo el mundo: «el alcalde de México, Marcelo Ebrad, quiso que su ciudad fuera competitiva en esa línea y partió de la creación de un parque biotecnológico a partir de las universidades y de las empresas donde se incluyeron viviendas, centros culturales y cines «que atraen a todas las gentes del planeta». Finalmente, Ebrad creó la Semana de la Ciencia e Innovación para convocar a científicos y expertos con el fin de que vivieran en esta ciudad una temporada, «convirtiendo así a México en un gran centro de atracción e innovación».

Madrid deberá atraer y retener el talento si quiere ser una ciudad del conocimiento, según Ellis Rubinsten
Madrid deberá atraer y retener el talento si quiere ser una ciudad del conocimiento, según Ellis Rubinsten