Lo que no se ve

Exposición

Título Lo que no se ve

Esta exposición representa los desdoblamientos y decantes que la sensibilidad, el conocimiento personal y el pulso poético tejen en la culminación tecnológica, singularmente en el actual esplendor de la telefonía.

Fecha 16 de octubre 2015 – 10 de enero 2016
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La exposición ‘Lo que no se ve. Studium y punctum en la Colección de Fotografía Contemporánea de Telefónica (y desde La Cámara Lúcida de Roland Barthes)’ es una conjunción de obras maestras de la fotografía contemporánea, de registros exquisitos en el acervo histórico de Telefónica y de las reflexiones que Roland Barthes compartió en su póstuma escritura (La cámara lúcida. Nota sobre la fotografía, 1980). En ella encontraremos una exploración de simultaneidad de signos. Uno de estos, particularmente enfocado sobre la esencia del retrato y el paisaje urbano: en la compleja relación hombre–urbe hoy día. O paralelo a este enfoque –acentuado por el reconocimiento del studium y el punctum, elementos de ordenación del material fotográfico en el atlas bartheiano– la observación del fenómeno visual que traza una simultaneidad de percepción sobre la condición subjetiva, la realidad cotidiana y la eventual circunstancia melancólica. No en el ayer, sino rotundamente presente.

Colección de Fotografía Contemporánea de Telefónica

Desde los años 90, Fundación Telefónica está comprometida con proyectos sociales, educativos y culturales que generan conocimiento y aprendizaje y se convierten en ejes de transformación social. La difusión de la cultura contemporánea y sus manifestaciones artísticas definen una de las líneas estratégicas de trabajo. En este interés, Fundación Telefónica trae al Museo de Arte Carrillo Gil de México una parte importante de sus fondos de Fotografía Contemporánea, con una pequeña selección del ingente Archivo Histórico Fotográfico que atesora. Además de las exposiciones producidas para sus Espacios de Madrid, Lima, Santiago de Chile y Buenos Aires, Fundación Telefónica custodia un patrimonio artístico, histórico y tecnológico que se compone de más de 2.000 piezas en total.

La Colección de Fotografía Contemporánea de Telefónica se gestó entre 2002 y 2004. Formada con el asesoramiento de un comité de expertos encabezados por María de Corral, su objetivo fue recoger las tendencias de la fotografía como disciplina artística en las últimas décadas. La colección, formada por obras de destacados fotógrafos internacionales de la talla de Gursky, Bernd & Hilla Becher o Cindy Sherman, se presentó en 2004 por primera vez en el Espacio Fundación Telefónica en Madrid y, desde entonces, ha itinerado por diversas ciudades de España y Latinoamérica.

Lo que no se ve

Tan profuso como significativo en la historia ha sido, y es, el despliegue de la telefonía en el paisaje del mundo moderno. También en la sustancia de la especie humana, desarrollando sus capacidades, favoreciendo su progreso, y transfigurando su tiempo. Esta exposición intenta, con la extensión peculiar de su estructura, una representación de los desdoblamientos y decantes que la sensibilidad, el conocimiento personal y el pulso poético tejen en la culminación tecnológica, singularmente en el actual esplendor de la telefonía.

© Paul Graham; courtesy Pace and Pace/MacGill Gallery, New York Colección Telefónica

Iluminada por un paradigma, el que abraza a las grandes mitologías moderno-románticas, y por las definiciones estructuralistas (si, Roland Barthes, a quien en esta experiencia Iván Ruiz nos presenta con su estupenda semblanza), la exposición propone tocar la esencia de un monumental archivo cultural, cuyas categorías, escudriñadas en la experiencia desde Lo que no se ve, son también las proyecciones de la placentera hiperestesia del maestro francés y de todos estos radiantes fotógrafos, célebres testigos de la calidad humana, con sus destellos dramáticos de lo singular universal.

Nos envuelve aquí también la excursión insólita en el paisaje moderno (con especial presencia de grandes protagonistas de la Escuela de Düsseldorf), con la arquitectura frente al tiempo, la nostalgia, la muerte; elementos distinguibles que se mueven en concomitancia. Así como la certificación de la fuerza esencial del lenguaje humano que evoluciona a la par de sus imágenes, sustancias, arquetipos y catástrofes históricas.

Y ¿Qué es lo que no se ve? Puede ser todo eso que sucede detrás de los muros de estos edificios adustos y crípticos. Quizá no totalmente vacíos. Enmarcando las maniobras de limpieza que cada mañana debe desempeñar un afanador intermitentemente invisible, acompañado de sus pensamientos y sueños que solo él/ella vive. Lo que no se ve también es lo que no se dice, aunque como flama, va revolviendo y expandiendo su materia incierta, hasta que se extingue. Es un sistema circulando hacia la muerte. Es el invisible cosmos del lenguaje, la logosfera que se avizora en los ojos de retratados incidentalmente en su diaria deriva.
Barthes, dolor de la ausencia

Del 26 de octubre de 1977 al 15 de septiembre de 1979, Roland Barthes escribió entre París y Urt un conjunto de notas personales en torno al duelo por la muerte de su madre, Henriette Binger, de quien nunca se separó física ni emocionalmente. Aunque en su intención original esas notas fueron de carácter íntimo, su publicación póstuma constituye la revelación de una personalidad melancólica y atormentada.

La cámara lúcida –el libro que acompaña la exploración curatorial de Guillermo Santamarina en ‘Lo que no se ve. Studium y punctum de la colección de fotografía contemporánea de Telefónica’– es uno de los textos más perturbadores de Barthes y, quizá, donde mejor se puede observar su modo de entender la fotografía, tal y como lo expresó en un escrito a propósito del trabajo de Richard Avedon: “una fotografía es un texto, es decir, una meditación compleja, extremadamente compleja, sobre el sentido” (El énfasis es mío). Nada más erróneo que reducir La cámara lúcida a un libro de estricta teoría fotográfica, y a sus dos célebres términos recuperados del latín –studium y punctum– como categorías de análisis formal.

El libro urde una trama pasional, un secreto, una confidencia que se insinúa como una pista en su indagatoria de duelo, encarnada en una fotografía antigua de un color sepia descolorido: “esa fotografía del Invernadero constituía para mí algo así como las últimas notas que escribiese Schumann antes de hundirse, ese primer Canto del Alba que concuerda a la vez con la esencia de mi madre y con la tristeza que su muerte produce en mí.” En la inefabilidad del sentido, La cámara lúcida proyecta sobre la fotografía una meditación compleja sobre el deseo de imagen, deseo de ser y deseo de aprehender… Una pulsión que Barthes supo trabajar experimentalmente en tanto funámbulo del lenguaje.