El tratamiento escultórico del dibujo es más que evidente en esta serie en la que el artista explora el desnudo femenino en distintas posiciones. El cuerpo toma forma a través de trazos simples, que a pesar del carácter figurativo tienden, como toda obra de Chillida, al esquematismo. Hay algo de monumental en estos dibujos dominados por la masa de un cuerpo que aunque en ocasiones aparece incompleto (faltan la cabeza, o los pies, o las manos), trata de presentarse como totalidad. Algo que convierte estos cuerpos en materia táctil, escultórica. Por eso, a través de ellos Chillida parece ampliar sus investigaciones acerca de los límites del espacio, un espacio externo que comienza en la piel, en la superficie del cuerpo. Pues la noción misma de espacio está determinada por la percepción subjetiva del cuerpo que lo percibe y habita. En los dibujos, los cuerpos femeninos parecen configurar el espacio en el que se insertan.
A través del estudio del desnudo femenino, Chillida enlaza con el tema recurrente de la historia del arte occidental, desde el Paleolítico hasta el presente. Cuerpos femeninos en reposo, recostados, de espaldas, que comienzan a incorporarse: un cuerpo cotidiano a través del cual repensar la dialéctica entre lo interior y lo exterior.
